Si me leéis desde hace tiempo sabréis que mi serie favorita es The Office, la versión americana, además. Aunque valoro muchísimo la original, la versión de Estados Unidos es, en este caso, y subjetivamente, mejor solo porque el personaje de Michael Scott me parece la rehostia. Me tiene loca, loca, loca. No solo el personaje me parece una cosa maravillosa sino que encima creo que Steve Carell supo cómo darle vida de una manera impresionante, y gracias a esa conjunción de unos enormes guionistas y un actor increíble The Office encabeza ahora mismo la lista de mis series favoritas.
Cuando me enteré de que Steve Carell dejaba la serie... bueno, imaginaos. El disgusto fue tremendo. Sinceramente tengo que reconocer que creí que la serie no se sostendría al mismo nivel y que incluso dejaría de gustarme. Es verdad que el resto de personajes de The Office es tan bueno como el jefe de esa oficina, pero para mí Michael era imprescindible.
No os voy a decir ahora lo muchísimo que lloré con el capítulo de despedida de Michael Scott, en la séptima temporada, aunque si queréis podéis leer la carta que le escribí; lo que sí os voy a decir es que desde que Michael dejó la serie hasta que yo tuve valor para reanudarla tuvo que pasar un año. Primero, no podía enfrentarme a la idea de que él ya no estuviera, y segundo, no me creía que la serie pudiera seguir sorprendiéndome sin un personaje tan importante.
Sin embargo, el tiempo pasó y mi curiosidad ganó a mi tristeza, así que empecé a ver la octava temporada. En esta octava temporada conocemos a un par de caras nuevas que sin duda nos darán muy grandes momentos (aunque ya no sean épicos estos momentos): Robert California, nuevo mánager Regional de la compañía que pasará mucho tiempo en la oficina salvándoselas como pueda, y Nellie Bertram, una tía loca de cojones que al final no sabes si te gusta o no, pero bueno, te ríes.
Afortunadamente las caras nuevas no le restan protagonismo a quienes ya conocíamos, y así, en esta temporada tenemos más momentos cómicos entre Dwight y Jim, el nacimiento de los hijos de Pam y Ángela, pero, sobre todo, tenemos a Andy Bernard al mando de esta oficina.
Lo mejor de esta octava temporada, que ya, a mi modo de ver, no está a la altura de las que le precedieron pero aún así no pierde del todo su dignidad, es la evolución del personaje de Andy, a quien vemos tocar fondo pero que, como bien saben hacer en esta serie, se gana un hueco en nuestros corazoncitos.
Para mí esta ha sido la temporada de Andy Bernard, y realmente me ha dejado con ganas de seguir con la novena, que será ya la última temporada de esta serie. Ya no le puedo dar el recopetín de serie a esta temporada porque para mí ya no es The Office, es otra cosa diferente aunque igualmente divertida, pero tampoco es que se haya convertido en un ojete... Si The Office sigue siendo mi serie favorita será por el recuerdo de lo bien que me lo pasé con Michael Scott, y ahora que ya no está, solo puedo darle a esta temporada un copón de serie.
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