Para mí el boom del pasado año en lo que a series se refiere fue Black Mirror. Con un episodio piloto, si se le puede llamar así, brutal, esta serie captó toda mi atención desde el primer momento, y después de disfrutar tan ricamente la primera temporada se me llenó la boca de babas al enterarme de que tendríamos una segunda.
Hemos tenido que esperar más de un año para poder disfrutar de esta nueva temporada en la que podía pasar cualquier cosa, porque la característica principal de esta serie inglesa es que todos los capítulos son historias completamente independientes, aunque situadas todas en una especie de futuro muy próximo.
Los ingleses han demostrado ya muchas veces que la sátira se les da fenomenal, y me gusta hasta pensar que lo mismo que siento yo ahora viendo una serie como esta sentirían los lectores de Jonathan Swift o el público de las obras de Shakespeare, y me da un gustico que no os podéis imaginar porque en esta serie hay calidad de la buena. Ya no solo en el fondo, en la crítica brutal a nuestra sociedad cada vez más moderna, sino también en la forma, que da gusto ver lo cuidados que están todos los capítulos visualmente.
Esta segunda temporada está compuesta nuevamente por tres capítulos. El primero de ellos, Ahora mismo vuelvo, es la dramática historia de una mujer que pierde a su pareja en un accidente de tráfico y es incapaz de afrontar esa pérdida. En este capítulo se reflexiona sobre hasta dónde puede llegar un ser humano cuando echa de menos a alguien que quiere. Aunque también toca un poco el tema de las adicciones a las redes sociales, realmente es un capítulo sobre los sentimientos, como lo fue el último de la primera temporada Tu historia completa.
El segundo capítulo, en mi opinión, es el más llamativo de todos, el más inesperado, el más extraño y el que más sorprende. En Oso Blanco el espectador se mete en la piel de una mujer que de repente se despierta y no sabe qué coño está pasando. Varios asesinos la persiguen, y no con buenas intenciones, pero nadie parece querer ayudarla. Más bien todos los que asisten a este horroroso crimen solo están interesados en tomar fotos de lo que está ocurriendo y grabarlo. Sin duda alguna es el episodio más asfixiante y con el giro de guión más inesperado.
El último capítulo, El momento Waldo, es para muchos el peor de la temporada, pero no para mí, pues, al igual que me ocurrió con el primero de la primera temporada, El himno nacional, me interesó especialmente porque es algo que no necesita de nuevas tecnologías o nuevas leyes que pudieran llegar en un futuro inmediato. Esto podría estar pasando ahora mismo, y lo peor es que te apetece pensar que debería pasar para dar un escarmiento a la clase política. Waldo es un muñequito animado creado por un cómico que se dedica a criticar la campaña política de los candidatos de su ciudad de un modo bastante radical que parece encantar a los telespectadores.
La segunda temporada de Black Mirror sigue a la altura de la primera, sigue mostrando historias que invitan al espectador a reflexionar sobre los valores de nuestra sociedad actual y sobre el devenir del ser humano en lo que a límites morales se refiere. Así que copón de serie nuevamente para esta serie.
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