Aunque ahora mismo nos encontremos en tierra de nadie (siempre que hago un concurso aprovecho para "descansar" de tanta crítica, y, sobre todo, para darle un empujón a las series y dejar de ver películas por una semanita), el otro día me animé a ver uno de los capítulos más famosos de la mítica serie Historias para no dormir, y he decidido interrumpir un poquito el OjeteConcurso (que por cierto, aún podéis participar) para hablar un poquito de este capítulo que tanto me ha llamado la atención.
Historias para no dormir fue un programa de televisión creado por Narciso Ibáñez Serrador, que se emitío durante muchísimos años en televisión española, siendo su primera emisión en 1966. Aunque era una serie, no era como las series de ahora. Lo único que sus "capítulos" tenían en común es que eran historias de terror, pero ni tenían los mismos personajes, ni las historias tenían continuidad y ni siquiera duraban lo mismo. Fue una auténtica revolución, pues el terror en la televisión de España era prácticamente inexistente. El impacto de esos programas fue tal que el propio Chicho asegura que una pareja andaluza murió viendo uno de los capítulos de esta serie.
Yo no he visto la serie completa, pero he visto alguno de sus episodios. Hace unos días me recomendaban que le echase un vistazo a el capítulo titulado El Televisor, y la verdad es que merece la pena. El Televisor nos presenta a Enrique, un padre de familia español que vive para trabajar porque no quiere que a su familia le falte de nada. Lleva muchos años queriendo comprarse un televisor, pero siempre había otras prioridades en la casa y no ha podido comprárselo. Por fin un día reune el dinero necesario (por cierto, es curioso que el protagonista sea un banquero y de su boca salga la siguiente frase: "no pidas créditos para pagar algo, ahorra y cuando tengas el dinero, cómpralo") y se compra un televisor. Su vida cambia por completo desde ese momento, ya que queda maravillado por el mundo que la televisión le está mostrando, y comienza a descuidar su trabajo, su familia...
Parece mentira que ya a mediados de los años 70 un hombre fuera capaz de reflexionar sobre los peligros de la televisión, sobre como un aparato es capaz de hacer que nos olvidemos de nuestra vida real (aplicable hoy a Internet, por ejemplo) y de como una persona culta, trabajadora, responsable, educada, inteligente, puede acabar diciendo "ya no sé pensar, es la tele quien piensa por mí".
Evidentemente este no es un terror de asesinos ni de sustos, sino una terrorífica reflexión sobre la sociedad, contada de una manera realmente magistral. Por eso he querido interrumpir mi descanso, y antes de arrancar con la cuarta temporada del blog, recomendaros que le echéis un vistazo a este episodio.
¡¡Participad en el OjeteConcurso, malditos!!
Una pequeña obra maestra de mi tocayo.
ResponderEliminarVi este episodio de niño y el final me daba auténtico pánico, pero además de esto, el planteamiento de la historia es soberbio.
Kubrick hubiese hecho un remake maravilloso.
Me gustó bastante este episodio de Historias para no dormir, creo que hasta está más logrado que su participación en Películas para no dormir, aunque resulta interesante en esta última como manipula las expectativas del espectador utilizando los tópicos del género en el guion que escribió bajo pseudónimo.
ResponderEliminarTambién mencionar que dentro del género de las series antológicas (series en las cuales cada capítulo es una historia de tema y personajes diferentes) prefiero los modelos en los cuales se basó Narciso Ibáñez Serrador para hacer su serie: La dimensión desconocida (The Twilight Zone, hice un post sobre ella y si tienes curiosidad colgué en ese post uno de mis episodios favoritos completo) y Rumbo a lo desconocido (The Outer Limits, la original, no la nueva versión de los 90). Aunque mi favorita es Cuentos de la cripta (Tales from the crypt, de la que también hice un post).
Empecé la de Historias de la Cripta pero no me hizo mucha gracia...
ResponderEliminarAdmito que hay algunos episodios que son un poco flojos, como en todas las series de estas características, pero ya he visto las 7 temporadas varias veces y tiene capítulos muy buenos, por lo menos para mí, como el de Kyle MacLachlan esposado a un cadáver, que son bastante geniales.
ResponderEliminarA ver que te parece el episodio que tengo colgado de La dimensión desconocida.
Yo ví esta historia precisamente en una emisión que hizo TVE hace unos años recordando estas creaciones de Chicho Ibáñez Serrador. Estaba bastante bien, mostrando los peligros de la adicción a la tele, muy aplicable a todos los que no pueden vivir sin poner la televisión aunque sea de fondo.
ResponderEliminarMitica serie del genio Narciso Ibañez Serrador y me he alegrado mucho recordar el capitulo del padre de familia y sus reflexiones sobre lo que conlleva comprar y tener una televisión en esos momentos.Muy bueno,Bea,extrapolarlo a nuestros tiempos y debe ser que los genios y sus trabajos algunas veces no envejecen mal porque en el fondo reflexionan sobre situaciones de la vida y en este caso utiliza una television.Esta serie tiene algunos episodios que creo que no olvidare,ya solo por el miedo que pase de niño,viendo alguno de ellos.
ResponderEliminarEs una historia genial, buen ejemplo de que no hace falta mucho para dar miedo, y encima no ha perdido actualidad. Hace poco he conseguido en DVD toda la colección y la verdad es que son historias muy dispares, algunas con mucha crítica social como NN23 -genial lo del "Partido Superpopular" y la referencia a Fahrenheit 451-, alguna con un humor negro negrísimo -El asfalto-, otras más desazonadoras -La alarma-, pero todas notables por un motivo u otro.
ResponderEliminarIbáñez Serrador presentó también un ciclo titulado "Mis terrores favoritos" en el que pudimos ver clásicos internacionales como Los pájaros, Drácula, El otro, Frankenstein, La semilla del diablo, Psicosis, Los crímenes del museo de cera, La invasión de los ladrones de cuerpos, y algunas joyas del cine fantástico español como La noche de Walpurgis -de la que he tomado mi seudónimo- y Pánico en el Transiberiano, además de su propia obra maestra, La residencia.
Un autor imprescindible, desde luego.